EL SUR TAMBIÉN EXISTE

Si fuesen míos los paños bordados de los cielos, tejidos con luz de oro y plata, los paños azules, sombríos y oscuros de la noche, la luz y el crepúsculo, los tendería a tus pies. Pero yo, siendo pobre, sólo tengo mis sueños. he esparcido mis sueños bajo tus pies. Camina suave porque pisas mis sueños. w.b. Yeats





"Pero aquí abajo abajo,cerca de las raíces,es donde la memoria ningún recuerdo omite. Y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven y así entre todos logran lo que era un imposible. Que todo el mundo sepa que el Sur también existe" Mario Benedetti.


"Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir es aullar sin ruido" M. Duras http://t.co/


domingo, 30 de octubre de 2011

LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS.NOVELA DE ANA MARÍA MANCEDA, ESCRITORA PATAGÓNICA. Así comienza

ASÍ COMIENZA LA NOVELA



ROMAN.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          .          Tenía que regresar. Y  sí, lo haría,  siempre lo supo. Era la tierra  de sus viejos, sus piedras, sus bosques y lagos. Regresaría con lo nuevo, sus hijos, la línea del horizonte, el río más ancho, la humedad y nuevos olores en el alma. La aguja de su angustia apunta hacia el sur, maldita nostalgia, de nuevo al acecho, aleteando parásita. Todo comenzó con la muerte de  Pedro, su pequeño hermano, asesinado hace tres años, allá, en la Patagonia. La familia  quedó destrozada, en una dimensión  donde la tristeza se burla del espacio y el tiempo mortales. El nacimiento de sus hijos  mellizos, ese mismo año, palió la  tragedia. ¡Pedro! sus visitas a La Plata, recordó su expresión de alegría y su excitación por conocerlo todo. Solían pasear por la zona de  La Catedral en la infinitud de La Plaza Moreno « Román ¿Ahí vive Dios?» su curiosidad  mística lo enternecía. Siguió caminando, quiso sacudir su tristeza y meterse en el otoño de la ciudad  que se va vistiendo de oro.  Caminar por las calles de La Plata era siempre una aventura que le causaba una sensación de felicidad. Recordaba  cuando recién llegado  se metía por una de sus diagonales e iba a parar a cualquier lugar, la desesperación lo divertía. Aún  no dominaba el trazado moderno, de vanguardia, pero estaba seguro que si le taparan los ojos y tuviera que reconocer los lugares por sus olores reconocería  a esta ciudad sobre todas las demás. Según la época sus calles huelen a tilos, a azahares de los naranjos y si el viento sopla del sudeste, se siente el olor del Río De La Plata, león apresado entre la tierra y el mar. En los ámbitos estudiantiles no cesaba la pasión por la discusión  política, literaria, filosófica. Esta atmósfera lo hacía vibrar, pasaron muchos años desde que había logrado finalizar su carrera o en realidad comenzarla y formar su propia familia, muy lejos quedaban sus raíces patagónicas.  Los pequeños estarían almorzando junto a su madre, luces en la vida de Román, las imágenes de Romina y Luciano hicieron brillar ese  día otoñal.  Cabizbajo recogió del suelo una pequeña pluma blanca, siempre lo hacía, le encantaban las plumas níveas que luego guardaba entre los libros, buenos augurios, los necesitaba, pronto cumpliría veintinueve años y le parecía haber vivido medio siglo. No se consideraba supersticioso, pero su profesión de arqueólogo y su niñez junto  al viejo mapuche Abel Furiman  provocaron en él cierta sensibilidad a los símbolos o señales. En uno de sus viajes de campaña al Noroeste, a comienzos de la década de los setenta, tuvo en sus manos una piedra tallada con figuras zoo-antropomórficas cabeza de hombre y  cuerpo de llama , recordó la impresión que sintió al acariciarla,  como si fuera un presagio,  un vacío, una sombra que se mueve dentro de la historia de su cuerpo.     


             Ya estaba cerca del  Comedor Estudiantil, ahí se  encontraría con gente del Museo, luego de las dos de la tarde tenía clases de trabajos prácticos en la Facultad.  Al llegar reconoció el paisaje de siempre; sobre las escaleras de entrada al Comedor se encontraba un grupo de estudiantes que rodeaba a un orador, éste se despachaba apasionado, en esos días Cámpora asumiría el poder, había esperanzas que las tinieblas se alejaran luego de tantos años de gobiernos autoritarios. Anhelaba que no fuera un espejismo, otros grupos charlaban sobre sus asuntos académicos. Ahí estaba el atorrante de Victorio.


Victorio, vení, tengo novedades, dale.


Victorio dejó riendo a sus casuales compañeros, siempre era el centro, traía consigo un bagaje pesado de cuentos e ironías patagónicas, esencia típica de los nacidos y criados de su pueblo. Luego del abrazo los amigos entraron a comer, Victorio era menor que Román, le faltaban pocas materias para recibirse de Abogado, pero su carácter extrovertido, carismático, hacía  que las horas diarias no le alcanzaran para estudiar lo suficiente, Inés, su novia casi desde la niñez y hermana de Román, había comenzado la carrera de abogacía mucho tiempo después, pero estaba a punto de alcanzarlo. Román y Victorio  se sentían hermanados por su origen, sus vidas, más  ligadas aún de lo que ellos  imaginaran…



sábado, 15 de octubre de 2011

ANA MARÍAMANCEDA.-"EN EL BOSQUE" Defensa de la fantasía Por Ana María Matute. Discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua



EN EL BOSQUE"
Defensa de la fantasía
Por Ana María Matute
Discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua


Tengo que pronunciar un discurso y yo no sé pronunciar discursos. Apelo, pues, a vuestra benevolencia y os ruego que aceptéis estas palabras mías como la expresión de lo único que soy capaz de hacer y de la única razón por la que he llegado hasta aquí: yo soy una contadora de historias. Por ello, desearía aprovechar esta ocasión tan extraordinaria para hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasía y la imaginación en la literatura, que son para mí algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez de la actitud que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material.
Así, es mi intención invitaros, en este discurso mío tan poco erudito y tan poco formal, a ensayar una incursión en el mundo que ha sido mi gran obsesión literaria, el mundo que me ha fascinado desde lo más temprano de la infancia, que desde niña me ha mantenido atrapada en sus redes: el «bosque» que es para mí el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura y, a fin de cuentas, de la palabra.
Y desearía hacerlo bajo la invocación de «Alicia en el país de las maravillas», con los siguientes versos: «Recibe, Alicia, el cuento y deposítalo / donde el sueño de la Infancia / abraza a la Memoria en lazo místico, / como ajada guirnalda / que ofrece a su regreso el peregrino / de una tierra lejana».
El momento en que Alicia atraviesa la cristalina barrera del espejo, que de pronto se transforma en una clara bruma plateada que se disuelve invitando al contacto con las manitas de la niña, siempre me ha parecido uno de los más mágicos de la historia de la literatura, quizá el que ofrece un mito más maravilloso y espontáneo: el deseo de conocer otro mundo, de ingresar en el reino de la fantasía a través, precisamente, de nosotros mismos.
Porque no debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad. Desearía, pues, exhortaros a participar, durante el breve tiempo de este atípico discurso, de la fascinación que sin duda constituye la cifra de mi obra, y acaso también de mi vida: la posibilidad de cruzar el espejo e internarse en el bosque de lo misterioso y de lo fantástico, pero también del pasado, del deseo y del sueño. No pretendo que abandonemos este mundo, nuestro mundo, sino tan sólo que nos aventuremos por unos instantes en los otros mundos que hay en éste.

domingo, 2 de octubre de 2011

FRAGMENTO DE LA NOVELA "LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS" ANA MARÍA MANCEDA

Fragmento de la novela “LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS” ANA MARÍA MANCEDA.

           


LA RAZON SE PIERDE EN LA ESPESURA DEL BOSQUE.




             «Debo encontrarte, Pedro ¡Te tuve tan cerca ! Pero cuando te voy a tocar te alejás, tengo que explicarte Pedro, hijo, esa noche maldita morimos los dos. Cada vez me cuesta más subir la colina, pero no voy a doblegarme. ¿Sabés Pedro? Te vi en los arco iris de la nieve y te escucho  en  las noches que sopla el viento, no le cuento a tu madre, eso la desesperaría más, sé que estás por mí, solo por mí, es mi secreto. Anoche las lunas  bailaban  indicándome el lugar, sentí miedo, el bosque reía con la cascada y esas lunas Pedro, esas lunas que me llamaban, pero hoy voy a llegar, lo siento aquí adentro, voy a llegar.  ¡Mm..!. Los olores  de la cabaña son de incienso quemado,  me recuerda a la niñez. Don Furiman me mira, se cree que estoy loco ¡Tipo fiel! No lo quiero pero lo respeto, sé de su amor por mis hijos, pero que no se equivoque el bosque es mío y voy a adentrarme cuando yo quiera, ahí está mi razón».


¡Cómo va Don Gregorio! ¿Un mate?


Sólo uno, voy  hacia la cascada.


¿Algún problema?


No, no, es la razón no más.


Don Furiman se puso alerta, la cascada ya la había pasado, quedaba entre su casa y la cabaña, el se dirigía a los cerros boscosos ¿Qué era eso de la razón? ¿Qué estaba diciendo? Si bien no le gustaba hablar por teléfono pensó que era hora de hablar con Román. Cada día notaba de manera más marcada los desvaríos de Don Gregorio. Ya lo había visto en otras oportunidades meterse en la espesura del bosque y volver aterido de frío, hablando solo, como si alguien lo acompañara. A Doña Leonor no quería preocuparla más de lo que estaba, siempre andaba con su perro Séneca y sus plantas, parecía aislada del mundo. Tendría que avisar a Román, él estaría ocupado  participando de las ceremonias que su pueblo realizaba para el “WE TRIPANTU”  Renovación de las energías del mundo mapuche, también llamado Wiñoi Tripantu”.  La ceremonia comienza antes que el Sol se oculte en el horizonte. Habitualmente se realiza durante la noche del 23 de junio, y se espera hasta el amanecer la llegada del "nuevo Sol que regresa" por el oeste. El ritual, que invoca a los antepasados es dirigido por una “machi” o por el “lonko” del lugar ─. Un manto de nieve iba cubriendo los  cerros  y         los bosques, no había  tiempo que perder, tenía que avisarle a Román no más. Lo entretuvo con la charla y se ofreció para acompañarlo, éste lo rechazó.                                                                                                                              


             Al seguir, luego de un trecho, Gregorio creyó oír los sonidos del Cultrum, la música lo acompañaba en su caminata, cuando “ encontró” la cascada “observó” a un mapuche tocando la trutruca, ésta hecha de tallo de Colihue de cuatro metros de largo, emitía un sonido lastimero, él mismo se sorprendió saludando al indígena en su lengua ¡ Mari-mari! La imagen ilusoria no le contestó.