RESEÑA LITERARIA DE LA NOVELA “LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS”
AUTORA: ANA MARÍA MANCEDA
Román Sabatier es arqueólogo. Nacido y criado en la zona de La Vega de San Martín de Los Andes junto a su familia y a un viejo mapuche, Abel Furiman, aprende a amar la historia natural que transmite la geografía de esta región patagónica. Ya recibido y siendo profesor e investigador de la facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata estallará en su vida un juego trágico del destino. Los acontecimientos familiares estarán entretejidos entre la ciudad de La Plata , San Martín de Los Andes y las vicisitudes políticas de la Argentina de 1973- 1974; juventud, nostalgia, utopías, amores, amigos, discípulos, familia, arqueología, ecología, estarán inmersos en los años de una década que determinó la vida de los argentinos sin concesiones.
1º CAPÍTULO . ROMÁN
Tenía que regresar. Y sí, lo haría, siempre lo supo. Era la tierra de sus viejos, sus piedras, sus bosques y lagos. Regresaría con lo nuevo, sus hijos, la línea del horizonte, el río más ancho, la humedad y nuevos olores en el alma. La aguja de su angustia apunta hacia el sur, maldita nostalgia, de nuevo al acecho, aleteando parásita. Todo comenzó con la muerte de Pedro, su pequeño hermano, asesinado hace tres años, allá, en la Patagonia. La familia quedó destrozada, en una dimensión donde la tristeza se burla del espacio y el tiempo mortales. El nacimiento de sus hijos mellizos, ese mismo año, palió la tragedia. ¡Pedro! sus visitas a La Plata , recordó su expresión de alegría y su excitación por conocerlo todo. Solían pasear por la zona de La Catedral en la infinitud de La Plaza Moreno « Román ¿Ahí vive Dios?» su curiosidad mística lo enternecía. Siguió caminando, quiso sacudir su tristeza y meterse en el otoño de la ciudad que se va vistiendo de oro. Caminar por las calles de La Plata era siempre una aventura que le causaba una sensación de felicidad. Recordaba cuando recién llegado se metía por una de sus diagonales e iba a parar a cualquier lugar, la desesperación lo divertía. Aún no dominaba el trazado moderno, de vanguardia, pero estaba seguro que si le taparan los ojos y tuviera que reconocer los lugares por sus olores reconocería a esta ciudad sobre todas las demás. Según la época sus calles huelen a tilos, a azahares de los naranjos y si el viento sopla del sudeste, se siente el olor del Río De La Plata , león apresado entre la tierra y el mar. En los ámbitos estudiantiles no cesaba la pasión por la discusión política, literaria, filosófica. Esta atmósfera lo hacía vibrar, pasaron muchos años desde que había logrado finalizar su carrera o en realidad comenzarla y formar su propia familia, muy lejos quedaban sus raíces patagónicas. Los pequeños estarían almorzando junto a su madre, luces en la vida de Román, las imágenes de Romina y Luciano hicieron brillar ese día otoñal. Cabizbajo recogió del suelo una pequeña pluma blanca, siempre lo hacía, le encantaban las plumas níveas que luego guardaba entre los libros, buenos augurios, los necesitaba, pronto cumpliría veintinueve años y le parecía haber vivido medio siglo. No se consideraba supersticioso, pero su profesión de arqueólogo y su niñez junto al viejo mapuche Abel Furiman provocaron en él cierta sensibilidad a los símbolos o señales.
En uno de sus viajes de campaña al Noroeste, a comienzos de la década de los setenta, tuvo en sus manos una piedra tallada con figuras zoo-antropomórficas ─ cabeza de hombre y cuerpo de llama ─, recordó la impresión que sintió al acariciarla, como si fuera un presagio, un vacío, una sombra que se mueve dentro de la historia de su cuerpo.
Ya estaba cerca del Comedor Estudiantil, ahí se encontraría con gente del Museo, luego de las dos de la tarde tenía clases de trabajos prácticos en la Facultad. Al llegar reconoció el paisaje de siempre; sobre las escaleras de entrada al Comedor se encontraba un grupo de estudiantes que rodeaba a un orador, éste se despachaba apasionado, en esos días Cámpora asumiría el poder, había esperanzas que las tinieblas se alejaran luego de tantos años de gobiernos autoritarios. Anhelaba que no fuera un espejismo, otros grupos charlaban sobre sus asuntos académicos. Ahí estaba el atorrante de Victorio.
─Victorio, vení, tengo novedades, dale.
Victorio dejó riendo a sus casuales compañeros, siempre era el centro, traía consigo un bagaje pesado de cuentos e ironías patagónicas, esencia típica de los nacidos y criados de su pueblo. Luego del abrazo los amigos entraron a comer, Victorio era menor que Román, le faltaban pocas materias para recibirse de Abogado, pero su carácter extrovertido, carismático, hacía que las horas diarias no le alcanzaran para estudiar lo suficiente, Inés, su novia casi desde la niñez y hermana de Román, había comenzado la carrera de abogacía mucho tiempo después, pero estaba a punto de alcanzarlo. Román y Victorio se sentían hermanados por su origen, sus vidas, más ligadas aún de lo que ellos imaginaran.
La melodía de los Beatles “Amáme” acompañó la comida de los amigos; pescado con puré, una manzana, agua, todos por unas monedas. Durante el almuerzo Román compartió con Victorio la carta que recibió de su madre. ─Se nota en tu vieja esa tristeza que no puede superar ¡Pobre Leonor! Pero hay que seguir viviendo che. ¡¿No te me vas a venir abajo?! Creo que tendrías que ser más impermeable a sus estados de ánimo, ella sabe que vos la captás ¿No te parece que es una manera de tenerte atado?─ Sin esperar respuesta quiso cambiar de tema─ .Mi viejo está más haragán para escribir ─ se excusó Victorio ─, pero desde que está con la chilena lo veo bárbaro, se había venido abajo.
Román quedó pensativo, se repuso y prestó atención a las opiniones de su amigo respecto a su propia familia.
─Qué extraño, cuando vivía tu mamá hacía las mil macanas, pero parece que la muerte de Guadalupe lo volvió hogareño, todo lo que hubiera querido ella en vida.
Una sombra de tristeza cruzó la mirada de Victorio. ─Es cierto, quizás ella lo cegaba, siempre brillaba.
— Vos tenés mucho de ella ─, le dijo Román apretándole una mano.
─Sí, puede ser ¿Pero sabés? En general es como una marca que llevo y me hace sentir que está conmigo, adoré a mi vieja, en honor a ella no puedo ir por la vida desparramando tristeza, me pudre esa actitud y perdoname amigo, quisiera verte mejor, no es una indirecta lo que digo, es frontal ¡Me harta verte melancólico! Sé que lo que pasó es una tragedia, yo también lo viví, soy parte de la familia, pero vos tenés tu propio hogar, tus hijos te necesitan, por favor ¡Dejate de joder!
─Lo sé Victorio, lo sé, dame tiempo, yo también estoy harto de mi estado ¿Vos creés qué estoy cómodo y complaciente? No, no te engañes, comencé a buscar una luz para todo esto.
─Eso espero viejo, contá conmigo, para lo que sea.
─Lo sé, tenemos que encontrarnos con más tiempo para charlar.
Llegaron algunos compañeros, intercambiaron saludos, información académica, ineludibles comentarios políticos. Desde el exterior del comedor se escuchaban los bombos característicos de la Juventud Peronista , no se podía obviar las referencias a la pronta presidencia de Cámpora, al poder indiscutido del General Perón, a la dudosa personalidad de su mujer y a la siniestra omnipresencia de Lopez Rega. Se despidieron de sus compañeros cercanos y salieron, la luz y el bullicio estudiantil los golpeó.
─¿Viste che? ¡Cómo hablan estos tipos, te marean mierda! ¡Hacen un embrollo! Lo que piensan lo largan, algunos tienen diarrea verbal, no se puede hacer análisis político tan a la pasada, yo estoy desconfiado con lo que se nos viene ¡Qué querés que te diga! Hay algo que no está tan claro ¿Vos que creés?
─Yo diría que la diarrea es de pensamientos, después tienen floja la lengua y para serte sincero recién me estoy preocupando por lo que se viene, al principio estaba esperanzado, vamos a tener un gobierno democrático y eso es mucho decir, justo nuestra generación que se crió entre golpes de estado. Pensá que conocimos la democracia a través de relatos que nos hacían los profe con el riesgo de perder su cátedra, nunca me olvido del viejo de Historia, espiaba los pasillos para ver si venía alguien, cerraba la puerta y luego nos explicaba qué era el Parlamento, la división de poderes y todo por ese estilo, ni hablar de los que realmente lucharon por tener un estado libre.
─Pero mi viejo, las extremas no se rinden.
─¡Já..Já..!
─Vamos profe, te acompaño hasta el Museo, Inesita me espera a las cuatro.
─Mi hermana te va a matar Victorio, siempre haciéndola esperar ¿A quién vas a engatusar antes de llegar a lo de Inés?
Victorio se rió, no tenía idea del tiempo.
─Y vos Román, me querés decir que necesidad tenés de cursar Evolución ¿No te alcanza con todo lo que hacés? Ahora vas a los prácticos y luego a la cursada, al final terminás reventado che.
─Bueno, es solo por este año, por ahora, luego veremos, necesito actualizarme. Ya vas a ver cuando te recibas, las investigaciones son tan aceleradas que es imposible estar al día con todos los conocimientos, pero no podés dejar de hacerlo.
─Sí, supongo, ya veo que con el tiempo no alcanzará con un diploma universitario pero además viejo ¡Ustedes en esa facultad tienen unas materias más estrafalarias! ─¡Já...já...! Algún día vas a tener que legislar sobre éstas cuestiones estrafalarias. Con los descubrimientos de la ciencia en genética y la destrucción del medio ambiente ni te imaginás el compromiso que todos vamos a tener. Para eso necesitamos leyes ¿No te parece?
─¡ A la mierda que son complicadas las cosas! Piano...piano se llega lejos, por ahora tengo que recibirme.
─Sí, ya es hora.
─Y si me recibo me tengo que casar si no Inés me mata.
─¡ Já..já..! No seas guacho, si te casás con mi hermana es porque la querés.
Se dirigieron hacia el Museo, caminando por el sendero de los Ginkgo Biloba, juntos, unidos por una anastomosis que había decidido el destino. Al llegar observaron a los estudiantes recostados como lagartos sobre la escalinata de entrada al edificio, recibiendo el tibio sol otoñal. A los costados, en pétrea alerta, los Smilodontes regresaban del pasado. Se despidieron.
Román entró al Museo por la rotonda inferior, desde ahí admiraba todos los días las pinturas al óleo que lucían las paredes de la misma, así como en el vestíbulo anillado de la planta superior, eran paisajes del cuaternario, realizados magníficamente por artistas plásticos decimonónicos. Amaba ese edificio, sus colecciones, su historia. Era un santuario de la evolución, en ese ámbito vivieron muchos años, con sus respectivas familias, los Caciques Inacayal y Foyel, ambos prisioneros del gobierno argentino. Habían sido cautivos durante la sangrienta “Campaña Del Desierto”,
Aprendió a amar a los prisioneros de la “Región de los Manzanos”, leyendo en una Revista del Museo un artículo de 1904, sobre la vida de estos hombres de su tierra. Tomó nota de unas palabras que el Cacique Inacayal había pronunciado en el dolor y la nostalgia de su exilio obligado. “Yo, Jefe hijo de esta tierra, blancos ladrones... matar a mis hermanos, robar mis caballos y la tierra que me ha visto nacer...¡Ahora prisionero...yo desdichado! Y un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el majestuoso propileo de aquel edificio engarzado entre los sombríos eucaliptos del bosque platense, sostenido por dos indios, apareció allá arriba, en la escalera monumental; se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia el Sur, habló palabras desconocidas y en el crepúsculo, la sombra agobiada de ese viejo señor de la tierra, se desvaneció como la rápida evocación de su mundo. Esa misma noche, Inacayal moría anciano, quizás contento de que el vencedor le hubiese permitido saludar al sol. Se obtuvo una mascarilla de su rostro a las pocas horas de su deceso, la que muestra una expresión de placer realmente extraordinaria. Era el veinticuatro de Septiembre de mil novecientos ochenta y ocho, en un cuarto del Museo platense”. . Desde que leyó la historia, Román supo que un hilo invisible, misterioso, lo unía a la región de la Patagonia donde había nacido y al Museo De La Plata. Recordó su niñez junto a Don Furiman, su viejo “ Espaldas de Cóndor” el compañero y mentor de las aventuras en las tierras sagradas de los mapuches, tierras que fueron testigo de la barbarie provocada por el hombre blanco, siempre negociando, siempre, la bandera de los violentos, hipócritas, invocando “En el nombre de Dios y la civilización”. Él amaba esas tierras, deseó conocer su cultura milenaria desde el momento que comenzó a deambular por el territorio de la mano del viejo, coleccionando rocas, chaquiras, puntas de flecha, el asombro y fascinación en las cuevas pintadas, visitando zonas con ríos de lava, otras en que el agua caliente surgía entre los bosques impregnada de olor a azufre, donde solían sumergirse disfrutando de los baños termales. En todo el vasto paisaje estaban la impronta de la actividad volcánica y la presencia del mar en épocas remotas. Los diálogos con el viejo eran interminables. El recuerdo le provocó una profunda felicidad. Sabía que estaba en esta vida para cumplir una misión, a pesar de la lucha cotidiana, la historia familiar, la tragedia. Esa revelación es la que le daba fuerzas para seguir con su destino, un camino que él se había trazado. Sus hijos eran lo más importante, pero él tenía claro que ellos eran seres únicos, irrepetibles y debían vivir sus propias vidas.
CAPÍTULO 2º: EL MUSEO
Como plantado en un ángulo del Bosque De La Plata , el edificio se presenta sólido, monumental, de estilo neoclásico; forma rectangular con dos semicírculos en sus extremos, atesora en su interior riquezas de todas las ramas de la historia natural del planeta. A ambos lados de la escalinata de acceso, los Smilodontes, los soberbios tigres de dientes de sable.
Román se encontraba en una de las mesas con un grupo de alumnos, mientras comían pebetes de jamón y queso y tomaban un café, comentaban las dificultades que se presentaban para realizar el viaje de campo que programaban para la primavera.
─Yo no me olvido del último viaje de campaña, todavía tenemos material para clasificar, la verdad que tuvimos suerte al encontrar el sitio ─. Comentó Ismael, uno de los alumnos más avanzados en la carrera de Arqueología.
─No es solo suerte Ismael, acordate el tiempo que nos llevó preparar ese viaje, y lo que tuvimos que estudiar, además del dinero que juntamos, ahí sí tuvimos suerte con la donación que obtuvimos de la Fundación ─. Aclaró Román.
─Es cierto, pero así nos costara el doble de sacrificio no elegiría otra carrera, para mí es una pasión.
─Está, pero tienen que saber que la entrega a esa pasión debe ser casi total, vos y algunos compañeros están metidos en política, eso también es una pasión y te quita energía para dedicarte full-time.
─Ya lo sé Román, pero si no cambiamos esta realidad de mierda que vivimos ¿Me querés decir que excavaciones y estudios vamos a hacer?
─Lo sé, lo sé, quizás será que soy muy reflexivo, pienso que primero debemos obtener las herramientas y luego usarlas.
─Mirá profe, no sé si en este país ser tan prolijito sirve, los carcamanes se han clonizado a través de la historia, por momentos pienso que la única manera es eliminarlos desde las raíces.
─¿Vos creés que la violencia trae solución? Fijate en la historia de los pueblos europeos o de otros asiáticos, pasaron siglos en guerra, aún hoy siguen modificando fronteras según alguna especulación económica, son guerras interminables ¿Quién te creés que se beneficia con esas luchas, muchas de ellas fraticidas?
─Sí, los fabricantes y traficantes de armas ¡Vaya la novedad!
─Eso lo sabemos ─ dijo otro alumno exaltado ─ pero nosotros no podemos arreglar el pasado, ya está, debemos pensar en nuestro futuro ¿Qué podemos hacer ahora?
Callaron, sabían que estaban en el límite que el cariño y el respeto les permitía. Mientras comían observaban lo que ocurría alrededor. En las mesas vecinas se charlaba de distintos temas, cercana a ellos estaba un grupo de alumnas de Ecología. Se miraron con complicidad ¡Eran charlatanas las ecólogas! De todas maneras trataron de escucharlas.
─María Luz, reconocé que de alguna manera no enfocaste bien, yo observé perfectamente las esporas, la Gallega me ayudó a precisar el microscopio ─. Dijo Luisina.
Quizás tuviera razón, pero a María Luz la enojaba no haber visto bien esas maravillas microscópicas, justo cuando el material que les había dado la profe estaba en plena conjugación sexual, era un proceso extraordinario. En ese momento entró casi corriendo Florencia, los brazos cargados de libros y el bolso cayéndose de su hombro, se sentó con ellas y pidió un submarino, estaba cansada y con frío, el chocolate le haría entrar en calor y renovar energías. Se metieron en el mundo de los organismos celulares discutiendo apasionadas. ─¿Vos viste bien la reproducción sexual de las esporas? Preguntó Luisina.
─Sí, claro, en realidad es una conjugación, pero chicas cópula no hay, no se olviden que son microscópicos. ─Buen... por supuesto. Lo extraordinario para mí es ir descubriendo ese mundo, jamás hubiera imaginado que todo esto ocurría ¡Y poder verlo! ¿No es maravilloso el sexo? Se manifiesta en todos los seres de la tierra. No sé por qué los seres humanos somos tan pacatos con el sexo, si tuviéramos microscopios en los ojos veríamos un continuo copular. ─Es cierto, no se me había ocurrido pensarlo, te digo que sin microscopio veríamos igual y no precisamente una conjugación ¿Somos misteriosos los humanos, no creen?─. Se rieron.
Entreverado entre sus alumnos Román las observaba con ternura, ahí estaba Florencia, ante ella no podía tener otra expresión. Había sido alumna suya en el primer año básico, la más entusiasta, la más discutidora, casi la convence que siga Arqueología. En realidad a Florencia le gustaban todas las carreras que se dictaban en el Museo, pero finalmente se decidió por la nueva licenciatura, Ecología. No podía dejar de mirarla, tenía un imán, era un chorro de energía. Florencia sintió la mirada, le sonrió y levantó la mano. ─¡Hey...hey! ¿Por dónde andás volando Flor? ─ Preguntó maliciosa María Luz.
─¡ Ah, sí, sí !─ miró la hora ─. Chicas termino el submarino y me voy, Jorge me espera, tenemos que ir a buscar unos apuntes y terminar el práctico. ─Dale, buena idea ─ opinó María Luz ─, igualmente tenemos que terminar el trabajo de nuestro grupo, vos sabés que siempre hay alguno que se hace el opa, después nos embromamos todos.
Florencia se retiró, Román sintió que el bar quedaba en penumbras, había salido la luz haciendo zig-zag entre millones de años de antigüedad y desapareció.
Jorge la esperaba sentado en la escalinata de entrada, le acarició la cabeza y se sentó a su lado. Frente a ellos, cruzando la callejuela, se veían los carritos para la venta de panchos, el bosque y al fondo la parte lateral del Zoológico, un paisaje cotidiano, la piel de los estudiantes de Ciencias Naturales del Museo. Luego de saludarse los compañeros se fueron caminando por el sendero de los Ginkgo Biloba, el tiempo bueno estaba pasando, las hojas en forma de abanico de los Ginkgo lucían un amarillo-ocre, los amigos charlan sobre el práctico que debían realizar, los unía una profunda camaradería, esto los hacía derivar hacia cuestiones filosóficas y políticas de la apasionante carrera, ellos serían los primeros Ecólogos junto a un puñado de compañeros. Eran jóvenes, estaban ilusionados, estaba todo por hacer.
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