TEJAMOS
RECUERDOS CON LAS MARRONES HOJAS
las plantas estaban en plena floración, los animales en celo, el sexo y la
necesidad de reproducirse dominaba el ambiente del zoológico, los olores hechizaban. A la entrada lo primero que
vieron fue al Pavo Real, lucía todo su plumaje blanco, desplegado, vibrante, esto
provocaba la vergüenza de sus rivales y la excitación de las hembras. En otras
secciones los animales se paseaban con ostentosa vanidad, esa soberbia les
permitía conquistar a las compañeras de cautiverio, primer eslabón para que en
el drama de la vida pudieran perpetuar su especie. Los estudiantes cargaban a
las chicas destacando la belleza del sexo masculino en el mundo animal. ¡Já!
Ellas le retrucaban que con la excepción del Homo sapiens, en el cual la
hembra era la bella, se armó una batahola, la causa merecía una seria
discusión.
En un momento Florencia quedó rezagada, vagando por los senderos anotaba las observaciones pedidas por el
profesor cuando divisó en una cueva ubicada debajo del nivel del suelo a un
enorme tapir que furioso golpeaba con una de sus patas el piso de la cueva,
quedó tiesa mirando al animal, éste transmitía una furia incontrolable, había
algo de fascinante en su comportamiento. Alarmada corrió hacia Jorge y le
comentó el caso, juntos regresaron a observar la cueva, pero Florencia hizo la imperdonable pregunta ─ ¿Acaso los mamíferos no
tienen cuatro patas, porque éste tiene cinco? ─. Las consecuencias fueron
vergonzosas y terribles para Florencia, hasta el día de hoy la cargaban y le
hacían evocar el suceso. En esos
momentos los recuerdos quedaron en stop, comenzaron a llegar los invitados, no
había cabida para el aislamiento....
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