FRAGMENTO DEL CAPÍTULO"LA NOCHE DE LA FLOR DEL CACTUS" DE MI NOVELA HOMÓNIMA.
Se abrazaron, estaban sentados en un banco
frente al Museo, acompañados por el
bosque florecido, los Ginkgo Biloba con sus abanicos verdes y los
Smilodontes, pétreos y soberbios desde su pasado.
─Lo único que te pido es que vengas el Viernes al
departamento de Eduardo─ le pidió Florencia ─, organizan una reunión, esa noche nacerá la flor del
cactus, ya lo tienen calculado, además es un pretexto para despedirnos.
─Sí, por supuesto,
estaré ahí.
La
noche de la despedida llegó, al atardecer hicieron un asado en el hogar del
living, querían comer temprano para luego subir a la terraza a presenciar el
nacimiento de la única flor que daba la planta una vez al año. Ya el pimpollo
estaba maduro, en el momento que
comenzaba a abrirse parecía que una varita mágica lo tocara, luego de regalar
la belleza de su nacimiento se iba cerrando en la madrugada.
La comida tenía una atmósfera festiva pero de
sentimientos encontrados, cada uno en su
interior estaba destruido, “Kaputt” decía Eduardo, se iban personas que amaban,
nada sería igual. A la hora del brindis pidió silencio, diría unas palabras.
Tenía un nudo en la garganta, trató de no ser sensiblero, pero no dejó de
elogiar el sentido de la amistad, al mirar a su amigo sintió esa conexión que
solo seres muy elevados de espíritu pueden entender, sabía que Román comprendía
sin juzgar su condición sexual y eso
para él era lo más sublime que le podía ocurrir. Luego del brindis trataron de
disipar la tristeza que los embargaba. Jorge pidió la palabra.
─Quiero celebrar por la amistad que nos une, por cada
instante que vivimos y que nadie nos podrá arrebatar, por nuestra patria, por
la libertad de nuestra patria. A ustedes ─miró fijamente a
Román y a Florencia ─, les deseo lo mejor para
sus vidas ¡Salud!
_¡
Salud...salud!
Cerca de la medianoche subieron a la
terraza, el cactus en forma de candelabro, inmenso, se erigía orgulloso ante la
oportunidad de eternizarse. Cerca de la una de la mañana, la flor del cactus
comenzó a abrir sus pétalos blancos en
la noche más extraordinaria. Un perfume dulce penetraba, envolvía todo el
ámbito de la terraza, la belleza de la reproducción se manifestaba en la fugacidad de la vida.
Silencio... el perfume se va volatilizando
en un espacio y tiempo singular, en donde toda materia y energía se fusionan.
La singularidad...en las lágrimas de despedida. ¡¿Qué sería de ellos?! Estaban
mirando la vida y su misterioso comportamiento, en esa noche única de noviembre
en la ciudad de La Plata.
Eran jóvenes, se creían invencibles,
eternos, vivían el instante más luminoso, la melodía más maravillosa, la piel
que absorbe todos los olores, los dueños del amor. Sus cerebros humus-placenta
resguardarían para siempre toda la historia que iban transitando. Serrat, “ El
Che”, Perón, Evita, Cortázar, Sábato, Neruda, la “Negra” Sosa y tantos más.
Canciones y poemas, ilusiones...” Los laureles que supimos conseguir”...deambulaban
entre ellos, se retroalimentaban con el aliento de una profunda angustia existencial
e iban inexorables como en una cáscara de nuez hacia la “Garganta del
Diablo”.
En
vísperas de su partida, Florencia fue a dormir a lo de Luisina con su tía
Bertha, que había llegado para la ocasión, también fue con ellas María Luz, no
podían separase. Las amigas charlaron toda la noche, no hablaron de temas de estudio sino de la
vida y sus circunstancias, la tristeza era insoportable ante la pronta separación
. ─ Te espero en invierno María Luz, quiero que veamos
nevar juntas, sos mi amiga del alma, por favor no me dejes y no dejes de
escribirme de contarme lo que te vayas enterando de Angélica.
_¡Ni me lo pidas! Por supuesto que nos
escribiremos.
─Te voy a mandar
fotos, y hojas secas de los árboles de la zona. Voy a juntar líquenes y musgos
así se los das a la gallega y..
─¡ Pará, pará
Flor! El mundo no desaparece, sigue, nos vamos a ver, además de lo que dijiste
tenés que estudiar, vas a viajar a rendir ¿Cierto?
─Sí, sí, pero no
puedo más ─. Se tiró en los brazos y lloró
desconsoladamente.
─Flor, ya no sé
que decir, todo lo que diga es tan estúpido.
─¡ Los quiero
tanto y amo tanto a La Plata !
Ojalá me encariñe con San Martín.
─Estoy segura ¡Es
un lugar tan bello! Además tenés a
Román, a Victorio a Inesita, ya son una parte nuestra ¿No te parece?
─Claro, sé que va
a pasar, tiene que pasar.
─Te quiero decir algo, sé que te va a sacudir, La Plata en estos momentos es
una bomba de tiempo, vos y Román no
están para enfrentar esta situación, él se tiene que recuperar, vos tenés que
acompañarlo y yo, yo Flor me estoy comprometiendo cada día más con Pitu en la resistencia
política ¿Entendés Flor? Te necesito lejos.
─¡Ay María Luz! Me
dejás helada, te admiro, detrás de esa carita de nena sos de hierro.
─Vos también sos
de hierro, el tiempo te lo va a demostrar.
─Contá conmigo
siempre, la abrazó ¿Vamos a buscar a la tía Berta? Están con Luisina y la madre
en la cocina, no quisiera que me vea llorando, ayudame, ella es muy fuerte,
quiero compartir estas últimas horas con
todos juntos.
─Sí vamos, gran valor la tía ¿No? Te prometió ir en otoño, así que ponete
contenta, falta poco. Abrazadas fueron
hacia la cocina.
Se hizo ronda para el mate, los
recuerdos de la pensión y del Hogar de los chicos no abandonó la conversación,
las caras se iluminaban. La tía Bertha y
la madre de Luisina prepararon unas pizzas, la reunión se transformó en un suceso agradable, Las mujeres lograron
hacer del viaje de Florencia al sur una aventura fascinante, eran jóvenes,
tenían toda la vida por delante. Se
fueron a sus habitaciones a la
madrugada, todavía quedaba mucho por hacer. Luisina dormiría con sus amigas, la
tía en otra habitación.
─Luisina no sé
cómo agradecerte tanto cariño, tus padres son geniales. Siempre recibí la ayuda
de ustedes en los peores momentos.
─Para eso estamos los amigos, te queremos mucho, y
estoy segura que todo esto va a pasar, como decís vos ¿Te ayudamos con los
bolsos? Todavía tenés bastantes cosas que guardar.
Se pusieron manos a la obra, acomodaron ropa,
fotos, libros, entre ellos las plumas blancas que le fue obsequiando Román y el
dinosaurio de peluche.
─¡Miren estas
fotos! Son de tu cumpleaños Luisina.
─Sí ¡Aquí está Luis corriendo cuando lo perseguían las
avispas! ¿Se acuerdan? Mi papá sacó muchas fotos ese día. ¡Ah! ya te doy una de
la tortuga, siempre le sacamos foto, aparece cuando empieza a hacer calor.
_¡La
tortuga! ─ Recordó lo que le dijera Jorge de su símbolo ─. Gracias.
─También tengo
fotos del día del aniversario de La
Plata , en la pensión de Walter y Joaquín,¿ Recuerdan cómo
quedamos después de tomar ron? ─. Se rieron mientras miraban
las fotos.
─¡ Ah! No me tengo
que olvidar estos cuadernos ¡Lamento tanto no poder llevarme a Penélopo! ─. El gato
dormitaba en la cama, las chicas lo llevaron para que se despida de Florencia.
─No te preocupes, lo cuidaremos bien, sobre todo Otis,
a propósito ¿Te despediste de ella?
─Sí por supuesto,
aunque les parezca increíble nos abrazamos y no pudimos evitar lloriquear un
poco.
Al
amanecer se dormitaron, Florencia durmió abrazada a Penélopo, el sueño la alcanzó agotada.
. Al otro día partiría desde la
estación de City Bell rumbo a Buenos Aires, allí la esperaba Román, éste tuvo
que presentar unos trabajos en un
Congreso de Arqueólogos junto a Eduardo, antes de su viaje al Sur.
Por
la mañana temprano llegaron todos los amigos que la despedirían. Desayunaron
juntos, una alegría excitada los
embargaba, parecía que el tiempo no había transcurrido, era un día
común, esos que cuando el Comedor Estudiantil estaba cerrado, juntaban el
dinero y compartían un almuerzo o una cena. Con la charla bulliciosa trataron
de alargar el tiempo, al espacio ya lo habían
transformado, se agigantaba hasta el
sur.
La
hora llegó, algunos compañeros llevaban
los bolsos, María Luz a Penélopo, con ellos aleteaban todos los recuerdos. Como en una procesión fueron caminando a la
estación, querían estar juntos hasta el último minuto. Al salir de la casa
Florencia se despidió con la mirada del hermoso jardín de Luisina, las
flores lucían en todo su esplendor, le pareció ver su imagen y la de Jorge
envuelta en una nube de tierra y pétalos de jazmines.
Antes de subir al tren le entregó una carta
a María Luz, le pidió que la leyera cuando ella ya hubiera partido. El momento
llegó, grabó en su mente y su corazón las imágenes de su tía Bertha, la madre
de Luisina, María Luz, Luisina, Carlos, Jorge, Walter, Joaquín, Sergio, Hugo y
Pitu.
Se quedó en el último vagón agitando su
mano, en la otra, apretada, llevaba recuerdos, sentía que los abandonaba, el
llanto la quebró. El tren se iba alejando, a través de las lágrimas solo pudo
ver un punto lejano...muy lejano.
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