VIAJE HACIA LA CURVATURA DE LA LUZ
Ana
María Manceda
No es lo mismo, desde ya, pero siento una caricia en la piel, este viejo
zaguán con su puerta vidriada dejando fluir la luz del crepúsculo, con sus
macetones repletos de flores me devuelven el olor de las plantas del pasado. La
casa me espera con sus fantasmas, si no fuera por la alarma que parece
presentirme y se apaga sola, creería que los años se hubieran detenido en mi
niñez. Al entrar en la cocina-comedor siento un escalofrío, ahí está, la
pantalla gigante, apagada, sin embargo te veo Yunus, estas ahí, ofreciéndome
una copa de champaña y una sonrisa. Te eternizaste Yunus ¿Cómo poder vivir
sin vos? Aquí estoy, tratando de aceptar esta existencia que atraviesa
condiciones tan distintas de vida, pero existe algo que el hombre aún no ha
podido cambiar, los sentimientos y eso es un gran triunfo de nuestra condición
de humanos.
Nuestra historia comenzó un atardecer de
primavera. Llegué del laboratorio extenuada, el calor era insoportable. Sentí
placer de estar en la casa fresca, ordenada. Bendito trabajo que me agotaba y
no me permitía rumiar sobre mi soledad. Besé la foto de mi hijo con su familia,
el sistema era antiguo pero bueno yo también era antigua, a los cincuenta y
cinco el alma tiene sus huellas aunque la apariencia siga lozana. Gran ventaja
la de transitar esta edad a fines del siglo veintiuno, las pastillas y las
cremas son milagrosas. Mientras me preparo una ensalada prendo el plasma, me
encanta seguir la novela de las ocho, la trama es interesante, pero el sonido
de los arroyos y los olores de la flora de la hacienda donde ocurre el drama
era lo que me deleitaba. Recuerdo que
cerré los ojos para respirar esa atmósfera, me prometí que en las vacaciones no
iría al mar, contrataría una excursión a esa hacienda, cuando los abrí estabas
vos Yunus, con la copa en la mano, de inmediato te reconocí, eras el ingeniero
a quién le había hecho los análisis hace pocos días. Hice lo que nunca me atreví, con tus
instrucciones manejé el control y así pudimos charlar ya ni recuerdo cuanto tiempo, nunca más me
sentí sola. Desde ese día llegaba corriendo del laboratorio, me bañaba,
perfumaba y cuando sentía que brillaba
prendía el plasma y comenzaban nuestras charlas, cenábamos juntos, nos reíamos
ante la disparidad de comidas que inventábamos. No querías mostrarme tu casa de
manera virtual, querías que yo la
conozca personalmente. Cuando decidí ir ya estábamos enamorados. Yo Mayra,
viuda, sola, me había enamorado como una adolescente de vos Yunus, soltero, ingeniero
de la
Comunidad Latinoamericana , doce años menor.
Como todas las ciudades satélites de la Capital , Cappa era
ultramoderna, aunque cobijaba en algunos de sus barrios casas del siglo pasado,
como la mía ¡eran tan encantadoras! De a poco le fui inyectando el confort
moderno, conviviendo en ella el pasado y el futuro. Nunca había visitado una
casa especialmente diseñada con aire de siglo veintidós hasta que visité la de
Yunus, al entrar no pude disimular el impacto que me causó; paredes acrílicas que se ahuman según el
color deseado o se dejan transparentes
para que fluya la luz; todo funciona a energía solar, en el extraordinario baño
lucen unas extrañas y bellas plantas, obtenidas por una cruza genética
especial, se auto riegan con la cantidad
de nutrientes según los vayan necesitando. La bañera lo esperaba a Yunus con la
temperatura ideal, él había programado la hora, la cantidad de agua,
temperatura y espuma deseadas. Cenamos una comida exquisita ¿La cocinera? Un
artefacto computarizado, la carne las untamos con una salsa que ni yo la
hubiera logrado ¿Quién había puesto la mesa? ¡Sorprendente! Pedro, el robot,
hacía todos los quehaceres domésticos, hasta elegía la ropa que iría al
lavarropas. Deslumbrada entré al
universo de Yunus.
Nuestra vida juntos siguió con nuestra
actividad normal, yo en el laboratorio de análisis clínicos, él con su
profesión que le exigía algunos viajes para asistir a congresos planetarios pero los regionales los
podía realizar desde la casa.
Cuando
me quedaba sola me divertía con Pedro, al que le faltaba reír y llorar ya que
decía algunas frases programadas para ocasiones especiales, también me
entretenía con las extrañas plantas, según la hora del día destellaban tonos
dorados o intensos lilas, variando a su vez el perfume que exhalaban, era una
fiesta para los sentidos. En otras oportunidades, cuando Yunus se excedía en su trabajo, desde el dormitorio
le cambiaba los colores de las paredes del escritorio, de un gris plateado a un
rosado brillante, era un código entre nosotros, entendía que lo esperaba
ansiosa. El instinto del amor y la pasión seguían incólumes a través de los
tiempos. Algunas noches solíamos leer acostados, yo con mis libros de papel,
necesitaba sentir en mis dedos el contacto con sus hojas, Yunus con su
computadora adaptable según la posición
que tomara. En realidad era envidiable verlo como buscaba en instantes el
significado de palabras desconocidas o
programar hologramas según alguna secuencia de la novela que leía, entonces me
maravillaba ver en tridimensión paisajes y personajes que describía el autor
pero con la imaginación de Yunus. Por supuesto se burlaba de mi antigüedad para
leer, no me importaba, mis argumentos resaltaban el enriquecimiento de mi
mente, cosa que él también lograba, no podía con sus teorías. Desde ya debía
acostumbrarme a esa forma de lectura, no se fabricaba más papel, los bosques eran
santuarios sagrados proveedores de oxígeno
y abrigo de especies en vía de extinción.
El tiempo transcurría con nuestra dicha, mi hijo se sentía feliz de
verme tan plena y lejos de la soledad. Algunos fines de semanas largos lo visitábamos
en su hogar del país vecino, con las
nuevas autopistas y el puente internacional con la línea asfáltica para viajar
sobre elevación computarizada llegábamos en un rato. El trayecto era
fascinante, ya no se veían las villas miserias de mi niñez, ahora eran miles de
pequeñas poblaciones automatizadas, idénticas, separadas por parques trazados
de manera perfecta, en éstos lucían unos artísticos artefactos que en realidad eran pararrayos. Desde la altura de la autopista parecían villas de
antiguos bungalows africanos, ya que sus techos estaban diseñados para regular
la luz del sol, no se usaba la energía orgánica, hace años se había agotado el
petróleo, solo algunos pozos, ubicados de manera estratégica, eran resguardados
para alguna emergencia. Aún así, se notaba la diferencia de clases y si bien la
violencia estaba controlada no había desaparecido. El mundo estaba esperanzado
en la nueva camada de políticos que gobernaban, éstos debían seguir una carrera
política, cursar post-grados y realizar pasantías en distintas regiones, de
esta manera adquirían conocimientos para regular los recursos naturales y
económicos de la población. La humanidad fue sufriendo una transformación
espiritual, luego de cruentas guerras por el agua entre países hermanos, la peligrosa situación ambiental de la Tierra provocó una
sensación de unidad nunca conocida en la historia del hombre.
Mi quiebre emocional comenzó luego de las grandes catástrofes que
ocurrieron en el planeta. A fines del dos mil setenta desaparecieron unas
pequeñas islas del Mar del Norte, los científicos habían previsto la
tragedia ocasionada por la elevación de
los mares por el cambio climático global además de haber detectado un leve
desvío de la
Corriente Cálida Del Golfo lo que produjo un mayor
enfriamiento en la
Península Escandinava y las Islas Británicas, el paisaje
nevado era una característica de
Londres, aún en Primavera y verano. En otras partes del planeta el calor
tórrido era insoportable, solo la tecnología permitía su hábitat. La Región Pampeana
sufría un clima subtropical y la
Patagonia era un oasis templado con el consecuente y lento
deshielo de sus glaciares. Una noche de agobiante calor entramos a la casa
cerrándola herméticamente, ya no se podía estar en el patio disfrutando del
pequeño jardín natural. Mientras Pedro nos servía un cóctel decidimos sentarnos en el living y mirar el
universo, corriendo una parte del techo deslizante, a través de los vidrios
especiales que funcionaban a manera de telescopio. Teníamos todo el esplendor
del cosmos ante nuestra vista. Yunus me explicaba que según Stephen Hawking si seguimos un cono de luz
hacia el pasado, éste se curva debido a la atracción de la materia del universo
primitivo. En ese momento sentí el temblor, me recorrió la espalda, los muslos
y las estrellas parecieron titilar a mayor velocidad.
—Mayra,
la casa es antisísmica, no sé que pasa pero debe ser algo grave─. Dijo Yunus
con preocupación. Encendió el plasma. Las imágenes eran de terror, se había
desprendido una parte de la península de California, desapareciendo en el mar
cientos de ciudades, el olor a azufre y a muerte inundó el living. El espectacular
desprendimiento ocasionaba terremotos y remezones en todo el planeta,
provocando tsunamis y desapariciones de costas habitadas. Ya los Geólogos habían
previsto estas catástrofes, sus investigaciones coincidían que en miles de años la península se desprendería
del continente americano e iría hacia la deriva a acoplarse con la península de
Alaska . El proceso había comenzado.
Luego de esta tragedia surgió mi depresión.
Era un pánico que entraba por mi cuerpo hasta hurgar en mi mente. En los
círculos intelectuales se sabía que se preparaba un éxodo escalonado hacia otro
planeta con condiciones para desarrollar
la vida, por supuesto esto llevaría miles de años y los primeros en viajar
serían las familias más poderosas de la tierra. Pasé meses en un estado de
estupor, el amor de mi hijo y Yunus
lograron rescatarme del abismo. Cuando tuve cierto equilibrio emocional y con
ayuda profesional supe que debía enfrentarme a ese miedo ancestral de perder lo
estable, a mis seres queridos y sobre
todo el sentido de pertenencia a este maravilloso planeta azul.
Necesité
visitar mi antigua casa, ahí es donde me encuentro al comenzar el relato,
consejo del médico de recorrer y escribir sobre lo que provocara en mis
sentimientos este rincón de mi vida. En
el momento que guardaba algunas fotografías en el bolso sonó el móvil, la
carita de mi nieta apareció en la pantalla.
—Abu
mirá la muñeca que me regaló Yunus.
Una
Barbie de mi niñez lucía amorosa al lado de mi nieta, él a su lado, con
su sonrisa que iluminaba el universo y no pude conmigo, lloré todo mi pasado y
la transición que tuve que recorrer para llegar hasta este momento de la
historia de la humanidad que aún no podía asumir. Sentí que hasta en la raíz de
mis cabellos habitaba una memoria de mi lejana niñez y la de mis padres. Entre
sollozos les pedí que no se preocuparan, era
la emoción pero yo sabía que rompía el estanque del tiempo, tenía que
aferrarme a mis amores. Al cerrar la puerta de mi antigua casa, quise de manera
simbólica cerrar una época vivida, con amor, con heridas, de manera intensa, hasta la vorágine. Debía regresar al
futuro, aceptar con humildad mi condición humana, hasta cuando Dios quiera, solo
somos mortales***
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