Elegí este objeto pues en él
está como sellado todo el tesoro de mi juventud, como los insectos atrapados en
el ámbar.
Es un regalo de mi hermano
René y me acompaña desde hace cuarenta y
siete años. Ha sido testigo de mi vida de estudiante en La Plata , lo que es decir horas
de intenso estudio, charlas interminables con compañeros sobre el origen y
evolución de la Tierra ,
mientras por los ventanales de la facultad nos invadían narcotizantes olores, de las
plantas exóticas que exhalaba el bosque
que nos rodeaba: tilos,
palos borrachos, magnolias, eucaliptos, naranjos. Época maravillosa de fiestas,
amores, alegría, asombro e incertidumbres. Recuerdo a los Smilodontes a ambos lados de las
escalinatas del Museo de Ciencias Naturales como custodiando nuestras esperanzas.
Es un reloj de arena, incrustado en un
cuerpo prismático triangular, suave al tacto, dos de
sus ángulos aparecen rotos, pero esto no empalidece la belleza de este reloj
con su arena color fucsia que a pesar de los años cae inexorable marcando el
paso del tiempo. -