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Nunca imaginé que en este viaje de reencuentro con mi hijo recibiría la
noticia más deseada; su regreso definitivo a Madrid.
Llegué al aeropuerto de Arlanda
por la mañana, René me estaba esperando con la cara encendida de emoción ¡Qué
felicidad! Es la primera vez que lo vería tocar con la filarmónica en el Teatro Real de la Ópera de Estocolmo.
Abrazados esperamos el tren, en quince minutos estaríamos en el centro de esta
bella ciudad posada sobre catorce islas en el punto que el lago Mälaren se une
al mar Báltico. Cuando bajamos sentí que entraba a un mundo mágico, no solo era
por la belleza de los edificios barrocos o neobarrocos, sino también por su
atmósfera transparente, con halos que
jugaban en el aire formando dibujos geométricos con el colorido del arcoiris, luego
me enteré que eran microscópicos cristales de hielo que a manera de prismas
descomponían la luz.
Al otro día de mi llegada ocurrió el gran
acontecimiento, René partió temprano hacia el
teatro, yo iría a la hora del concierto pues recorrería parte de la
ciudad. Fue un muy buen paseo, ya cerca de entrar al teatro admiré la iglesia
roja de Sant Jakobs que estaba detrás de la estatua de Gustav Adolfo II,
enfrente del maravilloso Teatro Real de
la Ópera.
Con la sala colmada y reluciente saboreé la espera. Comenzó el concierto, la
melodía del “Bolero de Ravel” me seducía, busco la silueta de mi
hijo, allí está, en la tercera fila, imagino en su cara la expresión de deleite
mientras ejecuta su violín.
Al terminar la función lo espero
en el hall del teatro, iríamos a comer algo al restaurant Operakällaren de
estilo neobarroco que se encuentra en el mismo edificio. Siento los brazos de
René.
─Madre ¡Qué felicidad tenerte! Vamos a comer algo.
Mientras comemos me sorprendo al
mirar por la ventana; unas plumas de nieve se balancean en al aire hasta caer en la
vereda.
─Bella ciudad René y el teatro, el concierto, todo parece un cuento,
pero estar lejos es doloroso hijo.
─Ya no va a ser así, pienso
regresar a Madrid con ustedes─ dijo terminante
─¿Qué ocurre? ¿Y esa decisión?
─Mirá, ya es bastante haber
dejado la Argentina ,
extraño mucho. Además el idioma y otra cosa, me respetan, me valoran como
músico pero yo siento una fina discriminación. Siempre me ubican en la tercera
fila y yo sé que estoy preparado para otro rol en la orquesta.
Lo miré estupefacta, no quise emitir opinión, estaba aturdida ¡Suecia
es uno de los países de mejor estándar
de vida y de cultura¡ Le tomé la mano, sabía que faltaba tiempo y sabiduría
para extirpar ese prejuicio hacia pueblos latinoamericanos. Miré las plumas de
nieve que caían, era una manera de querer atrapar el espacio y el tiempo. Miro
a mi hijo, le acaricio el pelo oscuro
que parece brillar como los halos de hielo y supe que nada
era más bello que ese instante.-
Bien se me da, amiga. Narrado con buen gusto.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias José, he leído algunos poemas tuyos, mucha riqueza de palabras. Tengo la teoría que el paisaje y el clima influyen mucho en la forma de expresarnos. Por lo que veo, vives en La Habana, zona tropical, caribeña. Yo en el Sur de mi país, plena Patagonia, en la cordillera, mis frases serán menos explosivas , mas ajustadas, creo que con mayor soledad¿Qué crees tú? Saludos cordiales y gracias por el contacto
EliminarGracias José, he leído algunos poemas tuyos, mucha riqueza de palabras. Tengo la teoría que el paisaje y el clima influyen mucho en la forma de expresarnos. Por lo que veo, vives en La Habana, zona tropical, caribeña. Yo en el Sur de mi país, plena Patagonia, en la cordillera, mis frases serán menos explosivas , mas ajustadas, creo que con mayor soledad¿Qué crees tú? Saludos cordiales y gracias por el contacto
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