ANA MARÍA
MANCEDA
LAS NUBES DE HILARIÓN
" Nunca te lo pude contar mamá,
tenía miedo, pensarías que estaba loco y quién sabe a cuántos médicos más me
llevarían. Estoy harto del comentario del vecindario « ¡Este chico es un autista,
nunca habla!» Pero soy muy feliz mamá, a mi manera, pero muy feliz. ¿Por qué ser
autista es no comunicarse con otros humanos? Yo me comunico con otros seres
vivos y con energías que otra gente no
puede captar. Tengo mi universo, y son mis libros, mis correrías por la meseta,
mi contemplación del cielo, mis rocas, las aguas que corren por el dique que
papá diseñó. Recuerdo tu cara de espanto mamá, cuando me viste jugar con las
manos atrapando lo invisible en el aire
y vos te pusiste a llorar. Sí, yo tengo mi mundo, siento placer
observando a las abejas, es maravilloso ver el ritual donde
honran al sol. Leí mucho sobre las costumbres y organización
de estos insectos, es misterioso y complicado ¿Qué influencia ejercen estos
rayos sobre su comportamiento social? En
el mismo grupo existen individuos solitarios y gregarios como la
colmena. ¿Por qué yo debo ser como los otros humanos? Y papá, su mirada es rara, no de espanto sino
de derrota, hubiera querido tener un hijo sociable, brillante. Justo le ocurre
a él, tan lógico, también reservado pero hasta lo correcto. Tuve suerte,
nacieron los mellizos y ustedes no tenían tiempo ni para hablar de sus
historias, vos docente y papá
supervisando la construcción del dique.
Me sentí orgulloso de la llegada de mis
hermanos y también me sentí mucho más
libre ¡Déjenme observar la danza de las
abejas guiadas por los rayos del sol que yo solo puedo ver! ¡Déjenme observar el color que toman las aguas que se evaporan,
jugando a ser millones de microscópicos prismas; la transpiración de los árboles; la formación
de las nubes; la caída de las primeras y minúsculas gotas que anteceden a la
lluvia; sentir el rumor que produce en los arbustos el agua del suelo que va
absorbiendo por sus raíces ¡ Déjenme
imaginar el Océano que cubrió estas tierras, por favor, no necesito hablar, son
lo que más amo, son la energía de mi
eternidad. Solo quiero ser".
Hilarión dejó de escribir,
cerró su cuaderno, se tomó la cabeza y así quedo casi toda la noche.
Comentarios
de los vecinos «¡Es muy callado! ¡Es hermoso, con esos rulos rubios y esa
mirada desconsolada ! ¡Pobrecito, parece como perdido en este mundo! ¡Y tan
buenos padres que tiene, gente tan bien!
¡Pero hace las tareas a la perfección! ¡Suerte que la madre consiguió que
le tomen exámenes escritos, claro al ser docente supo como exigir a las
autoridades, de tonta no tiene un pelo,
porque los orales serían
imposible, sin embargo los exámenes son brillantes!¡Pero no habla! ¡Es autista!»
Vivir en un pueblo, en plena
meseta patagónica, donde el viento sopla siempre, con temperaturas extremas por
su clima desértico, casi aislados, hace que la gente originaria del lugar sea reservada y observadora. Hilarión nació
en un hospital público de la ciudad más cercana donde vivían sus padres, sus
cuidadoras fueron gente oriunda de la zona y le dieron todo el afecto y
comprensión hacia un bebé que nació en circunstancias complicadas y antes de
cumplir los meses establecidos para un buen nacimiento.
Los padres de Hilarión llegaron con la energía de la juventud a formar su hogar en
esas perdidas tierras patagónicas. Él, ingeniero, fue designado para supervisar
la construcción del dique que daría riego artificial a ese pequeño pueblo, aprovechando la fuerza de
un milagroso río que crecía desmesurado en la época de deshielo de las altas
montañas. Su madre daba clases en una escuela rural. La vida de Hilarión
transcurría entre el hogar, simple y confortable, la escuela y sus paseos por los alrededores
del dique. Desde la niñez hasta la pubertad vio la transformación del paisaje,
con el regadío aparecieron los verdes en las orillas de la zona donde el río
era embalsado. Surgieron las huertas, los frutales y la variedad de hierbas aparecidas por la
humedad que se formaba en la tierra y
la atmósfera, producto del ciclo del agua. Él disfrutaba de sus
libros, sus rocas. Al fondo de la casa su padre tenía una pequeña huerta, la
organizó en forma diagonal al terreno para protegerla de la dureza del clima y
sembró las verduras según la incidencia del sol. En un espacio del terreno,
Hilarión colocó en forma armoniosa sus
piedras, era su jardín de rocas, las coleccionó durante los paseos por las
colinas cercanas, las clasificaba según su criterio del
desarrollo de los cristales y las distribuyó en distintos lugares del
jardín. La cuestión era que la luz se reflejara con la mayor intensidad
posible. Hacia la zona de sombra dispuso las que no emitían reflejos pero las
amaba de manera especial, tenían las huellas fosilizadas de antiguos animales
marinos, prehistóricos habitantes cuando el mar ocupaba ese relieve. Su mayor placer era ver como los rayos del
sol iluminaban los cuarzos, los feldespatos, las micas. Fiesta de colores, podía
estar horas mirando esa maravilla. Cuando nacieron los mellizos, aprovechaba el
cansancio de sus padres y en las noches de luna llena se levantaba sin hacer ruido y a través de los vidrios de la ventana de la
cocina, al calor de las brasas de la
cocina a leña, miraba como cambiaban los tonos de las radiaciones de las rocas.
Cercano a cumplir los quince
años Hilarión comenzó a sentir una cierta vaguedad en su cuerpo, un
desasosiego, una premura, una sed de
algo desconocido. Por esos días descubrió de pronto la presencia de Mayté, la
hija del sereno del dique. En realidad la joven siempre había estado allí. Fue
un deslumbramiento. Comenzó a mirarla, la chica feliz que Hilarión la tomara en
cuenta, le alcanzaba piedras, refrescos o cualquier objeto placentero para él.
Una tarde de verano lo encontró recostado en la zona aledaña al dique.—¿Qué mirás Hilarión? El joven señaló las nubes, éstas
se transformaban en formas distintas y tomaban el color del juego de las luces
del sol. Era la hora que la noche viene parsimoniosa anunciando su presencia,
es la hora del violáceo, el color de los
ojos de la incertidumbre. Ella se tiró a su lado, en silencio, sacudido todo su
cuerpo por la belleza del chico y del
momento. Las manos de él comenzaron a recorrer el cuerpo de Mayté, todo su cuerpo no alcanzaba para abarcar ese
nuevo universo, por primera vez sus ojos no participaban. Instinto, pasión,
jugaron sus sexos hasta quedar extenuados. Y las tardes de amor se repitieron,
sin hablar, solo la complicidad del secreto. Y el verano pasó.
Comentarios de los padres. «¡Está raro Hilarión! ¡Ya no lee tanto! ¡Parece que se
olvidó hasta de su jardín de rocas! ¿Por qué no va en busca de sus piedras?»
─ El otro día lo descubrí escuchando música, escondido,
como si fuera un delito ─, comentó su padre.
─Está en una edad
delicada, pensá que ya es un adolescente, su cuerpo está cambiando, debemos
ayudarlo ─, dijo su padre
─¿Cómo? La ciencia
avanza, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Por suerte los mellizos
están creciendo de forma normal, pero con el tiempo deberán afrontar las
rarezas de su hermano y esto los va a marcar ─ Opinó su madre
Una noche, el joven escuchó
discusión y llantos en la habitación de sus padres. Algo extraño pasaba, ellos
nunca discutían, era una pareja armoniosa, unida por amor y por la necesidad de
fortalecerse ante la “enfermedad” de su hijo. Hilarión no sabía qué hacer, no
se animaba ir hacia el cuarto de donde venía el conflicto. Se puso tenso, debía
ser algo grave, no soportó, se levantó y fue hacia ellos, no iba a entrar, solo
quería escuchar. ─No podemos hacer eso, él se crió aquí. ¿Qué haría en
una gran ciudad? se sentiría perdido
─La decisión está
tomada, la semana que viene llegan los ejecutivos de la Empresa , yo les envié una
carta contando nuestra situación, cualquier técnico puede afrontar mi trabajo,
yo puedo viajar y supervisar. Es estos años todo ha sido un éxito, hemos
logrado lo planificado ─ Sentenció su padre. ─Tengo miedo ─ Se lamentó su
madre.
─Querida, debes afrontar la realidad. En la
Capital tendrá los mejores psicólogos. Sé que es un
chico de inteligencia brillante, pero no puede seguir por el mundo con esa
actitud autista. La gente ama, sufre, trabaja
¿Qué pasará el día que nosotros no estemos? ¿Quién lo cuidará, mantendrá? ─No es tan simple, no sé si es cuestión de psicólogos,
tengo el presentimiento como madre que es algo especial, un caso muy especial. ─Con más razón,
te repito, en la Capital
están los mejores profesionales. Aquí lo han visto muchos médicos y no tuvimos
ningún resultado.
─Si, pero los estudios fueron en la Capital y tampoco tuvimos
ningún resultado. Aquí él es feliz. Tiene esa expresión tan maravillosa. Él
todo es luz.
Hilarión se fue alejando, sin
darse vuelta, el espanto no le permitía ningún otro movimiento, llegó a su
cuarto, caminando hacia atrás. Se tiró en la cama. El mundo le pareció de una
desnudez absoluta. Por primera vez supo
lo que es el llanto desgarrado, hundió su cara en la almohada y en el
sufrimiento halló que las lágrimas eran agua de mar.
El ambiente de la casa no fue
el mismo, la tristeza se adueñó de las personas y del aire que la contenía. El
verano iba terminado, las mañanas eran frescas pero aún muy iluminadas.
Hilarión pasó ese tiempo, desde que escuchó a sus padres, como si se hubiera
apagado. Se prometió que no se lo iba a permitir, sería deshonrar la maravillosa vida que le fue
dada. Tomó una copa y la llenó de agua, salió al patio, alzó la copa hacia el
sol, como brindando con él. El líquido
incoloro tenía el poder de reflejar todos los rayos disipados en el aire, y lo
bebió. Sintió que el sol entraba en su cuerpo, lo recorría, lo inundaba y
saciaba esa misteriosa sed de la vida ¡ Qué otra cosa podía desear? Era Feliz. Con la copa en la mano, vacía, fue hacia la
zona del dique. Se recostó sobre las
hierbas donde amara a la única mujer que llevaría dentro de su ser por
siempre. Beso el suelo que los cobijó, se levanto y siguió caminando, sin rumbo, dando vueltas, como si imitara la
danza de las abejas. De pronto sus ojos se iluminaron, un pensamiento, una
decisión le devolvió esa vida que se
había apagado en ellos. A lo lejos vio
el caer de las aguas escapando del encierro del dique y fue hacia allí.
El agua bajaba como la juventud,
tempestuosa, irreverente, seguiría su camino hacia el mar, en el trayecto
encontraría la madurez, hasta llegar a él, sumisa y sosegada. Hilarión se tiró,
no tuvo miedo ni sintió el frió del deshielo. Sabía que iba en busca de su
propia madurez, de ahí al sol, de ahí a la eternidad, al principio del todo.
Solo que quizás el destino existe, las sirenas de seguridad ulularon, el
rescate de los bomberos fue extenuante y
milagroso.
Y los años pasaron, las mesetas
patagónicas reverdecen en la primavera por el vapor de las aguas del dique.
Hilarión pasea orgulloso con Mayté y sus hijos, mostrando a su familia la obra mágica de su padre.
**************Gratificante Mención de Honor de Ámbito de Escritores
por mi cuento LAS NUBES DE HILARIÓN , trata sobre un chico que sufre un extraño
comportamiento, cercano al autismo. Fue un concurso internacional 2015-16-
Contenta y estimulada por este honor.-*******************************************************
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