Cuento breve recomendado: “Un cuento muy corto”, de Ernest HePara escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega al tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.
E.H.
Este relato responde en la realidad a la relación
amorosa que Hemingwuay tuvo con la enfermera norteamericana Agnes von Kurowsky,
a la que conoció mientras se recuperaba por lesiones en las piernas en el
hospital de Milán, lesiones sufridas en el frente italiano durante la Primera
Guerra Mundial.
M.D.R.
Cuento breve recomendado de Ernest Hemingway: Un
cuento muy corto
En las últimas horas de una tarde calurosa lo
llevaron a la azotea desde donde podía dominar toda la ciudad de Padua. Las
chimeneas se perfilaban sobre el cielo. La noche tardó poco en llegar y
entonces aparecieron los proyectores. Los otros bajaron al balcón, llevándose
las botellas. Hasta donde estaban Luz y llegaba el bullicio. Luz se sentó en la
cama. Estaba fresca y lozana en la noche cálida.
Luz cumplió el servicio nocturno durante tres meses
y todos estaban contentos. Ella lo preparó para la operación, y aquel día le
dijo en tono de broma: “Si no se porta bien le pondré un enema”. Después vino
el anestésico y él no pudo decir disparates en aquel difícil momento. Cuando
empezó a utilizar las muletas, solía tomar las temperaturas para que Luz no
tuviera que levantarse de la cama. Había pocos pacientes y todos estaban
enterados. Todos querían a Luz. Mientras regresaba por los pasillos, pensó en
Luz, acostada en su cama.
Antes de que él volviera al frente, los dos fueron
a rezar al Duomo. Estaba oscuro y en silencio, y había otras personas orando.
Querían casarse, pero no había tiempo suficiente para las amonestaciones y
ninguno de los dos tenía la partida de nacimiento. Vivían, en realidad, como
marido y mujer, pero deseaban que todos lo supieran para no correr el riesgo de
perder esa condición.
Luz le escribió muchas cartas que él recibió
después del armisticio. Un día le llegaron al frente quince cartas juntas, y
las leyó de cabo a rabo después de clasificarlas por fechas. Le hablaba del
hospital y de cuánto lo quería. Le decía que no podía vivir sin él y que, por
la noche, lo echaba mucho de menos.
Después del armisticio acordaron que él volviera a
su país para conseguir un empleo que les permitiera casarse. Luz no regresaría
hasta que él tuviera un buen trabajo, y entonces se encontrarían en Nueva York.
No iba a beber más, por supuesto, y no necesitaría ver a sus amigos ni a nadie
en los Estados Unidos. Solamente obtener el empleo y casarse. En el tren que
los condujo de Padua a Milán tuvieron una disputa porque la mujer no estaba
dispuesta a volver en seguida. Se despidieron con un beso en la estación de
Milán, pero el altercado no había concluido. Para él fue muy desagradable
decirse adiós de esta forma.
Volvió a América en un barco que zarpó de Génova.
Luz regresó a Pordonone, en donde se inauguraba un nuevo hospital. El lugar era
solitario y lluvioso, y en la ciudad se hallaba acuartelado un batallón
de arditi. Aquel invierno de tanta lluvia y barro, el comandante
del batallón hizo el amor con Luz. Era la primera vez que ella conocía a un
italiano. Por fin escribió a los Estados Unidos diciendo que lo suyo solamente
había sido una chiquillada. Que lo sentía y que se daba cuenta de que
probablemente él no podría comprenderlo, pero que quizá algún día la perdonaría
y le agradecería aquello, y que esperaba casarse en la primavera siguiente. Que
seguía queriéndole, pero que ahora comprendía que lo suyo solamente había sido
una cosa de chicos. Que confiaba en que se abriera camino en la vida y que
tenía plena confianza en él. Que estaba segura de que así era mejor para los
dos.
El comandante no se casó con ella ni en la
primavera siguiente ni nunca. Luz no recibió respuesta a la carta que envió a
Chicago. Poco tiempo después él contrajo una gonorrea por culpa de una
vendedora de la sección de pasamanería de un almacén con la que hizo el amor en
un taxi, paseando por Lincoln Park.
Ernest Hemingway (Estados Unidos, 1899-1961)
“A Very Short Story
In Our Time, 1924, París
No hay comentarios:
Publicar un comentario