EL SUR TAMBIÉN EXISTE

Si fuesen míos los paños bordados de los cielos, tejidos con luz de oro y plata, los paños azules, sombríos y oscuros de la noche, la luz y el crepúsculo, los tendería a tus pies. Pero yo, siendo pobre, sólo tengo mis sueños. he esparcido mis sueños bajo tus pies. Camina suave porque pisas mis sueños. w.b. Yeats





"Pero aquí abajo abajo,cerca de las raíces,es donde la memoria ningún recuerdo omite. Y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven y así entre todos logran lo que era un imposible. Que todo el mundo sepa que el Sur también existe" Mario Benedetti.


"Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir es aullar sin ruido" M. Duras http://t.co/


domingo, 30 de diciembre de 2018

APASIONADO DEFENSOR DE LA PAZ, EL ESCRITOR ISRAELÍ MURIÓ EL VIERNES A LOS 79 AÑOS-

Amos Oz se murió cuando más hace falta leerlo
Apasionado defensor de la paz, el escritor israelí falleció el viernes a los 79 años. Apoyó siempre la solución de los dos estados y participó de la construcción de los Acuerdos de Ginebra. En Una historia de amor y oscuridad (2002), mezcla de autobiografía y novela histórica sobre el nacimiento del Estado judío, Oz contaba por primera vez aquella vieja anécdota familiar, que retomaría en sus ensayos y conferencias sobre el conflicto entre árabes y judíos. Lejos de las respuestas fáciles con ángeles y demonios que tanto les gustan a los fanáticos –una de sus principales obsesiones–, se refería a ese conflicto como una tragedia marcada por el choque "entre lo cierto y lo cierto", entre dos pueblos oprimidos con reivindicaciones legítimas y justas sobre el mismo pequeño pedazo de tierra, el único donde podrían vivir. Una tragedia que –explicaba con humor– no se resolvería con terapia de pareja, sino con un divorcio y división de bienes; algo doloroso, difícil, que no conformaría a nadie, pero permitiría alcanzar la paz: un objetivo más realista que el amor (o que un estado único binacional) para oponer a la guerra. Una vez alcanzada la paz, quizás en algunos años puedan tomar un café –de preferencia, café árabe–, pero sería impensable irse de luna de miel luego de cien años de sangre y lágrimas.

Para alcanzar una paz posible, ambos lados deberán aceptar que no están solos, que el otro no dejará de existir y que será necesario dividir la casa pequeña en cuartos menores, separados. Oz pedía a los más fanáticos entre los suyos que reconocieran que los palestinos están en Palestina porque es su única patria, como Holanda para los holandeses, una tierra con la que tienen profundos lazos emocionales e históricos, al igual que los judíos. Que, cuando fueron obligados a vivir en otros países árabes, los palestinos fueron rechazados, perseguidos y humillados por su propia gran familia, para la que nunca fueron importantes más allá de la retórica, lo que los obligó a tomar conciencia de su palestinidad, gentilicio que algunos israelíes no les reconocen. Pero, del mismo modo, Oz pedía a los palestinos –y a algunos fanáticos que los defienden y apuntan con el dedo– que entiendan que los judíos israelíes están en Israel porque no existe ningún otro país del mundo al que puedan, como pueblo, llamar hogar, luego de haber sido echados de otras tierras, donde fueron tratados como extraños, perseguidos y masacrados

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