DOS COPAS DE VINOS Y LA VIDA. Ana María Manceda
(Seleccionado por editorial Dunken Bs.As para la antología “Senderos con
historias” 2012)
¡Cómo olvidar! Todo fue maravilloso; el viaje desde Buenos Aires, el Congreso
Arqueológico, Madrid. Vertiginoso, quería verlo todo, vivir. El grupo de
congresistas no quería perderse nada, todas las invitaciones eran aceptadas. Así
fue como organizamos la excursión a
Toledo, tú Jordi deseabas presentarnos tu bella ciudad y tu fantástico hogar
situado dos metros bajo tierra ¡estabas tan entusiasmado mostrándonos el tesoro
que poseías! Te habías comprado esa casa en tu ciudad natal, muy estrecha,
debiste edificar hacia arriba y hacia abajo.— Es una cueva de la época de los
romanos— nos explicabas fascinado y nosotros escuchábamos de igual manera,
éramos jóvenes arqueólogos ávidos de experiencias aunque tú ya estabas un
escalón más al ser titular de una cátedra. Fue una experiencia inolvidable. Yo
no podía dejar de mirarte, tu postura y tus ojos delataban la mezcla étnica,
eras un imán. Ya en Madrid fue la cena de despedida, al finalizar me
acompañaste hasta la habitación del hotel, busqué un buen pretexto para invitarte a pasar, tenía unos artículos
del profesor que tanto admirabas. No te
despedirías así como así querido Jordi, te invité una copa de vino, y tu mirada
a través del violeta de la copa insinuante de siglos, ya me había poseído.
Un nuevo congreso, esta vez en mi
tierra; la
Patagonia. Pasaron veinticinco años y tantas cosas en el
mundo y en nuestras vidas. Cayeron el Muro de Berlín y el apartheid, aunque no
las desigualdades, siguen las luchas por el poder, nos acecha el calentamiento global, ambos
tenemos matrimonios frustrados, hijos, pero las pasiones no cambian querido
profesor, no cambian.
Te veo bajar del avión, con tu
prestancia, canas y esa mirada ardiente. Te prometo Jordi que esta noche estás
invitado a cenar en mi casa patagónica, de mujer sola, con hijos independientes.
No tengo una cueva romana ni la juventud que nos arrolló en Madrid pero te
brindaré una copa de vino color ciruela,
coloreado por los valles de estas tierras, y mientras nos amamos, escucharemos el silencio de la nieve que se avecina sobre
la ausencia de estos años.***
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