“EL LOCO DE LAS
ESTRELLAS” ANA MARÍA MANCEDA
En Antología “ Mundo poético” 2003.Bs.As
Por primera vez en
mi vida me siento mortal. Ahora viajo por la cornisa de mi destino presintiendo
el abismo de la muerte ¡ Yo, que creí estar cerca de Dios! Año tras año entre
las paredes del laboratorio; fórmulas, telescopios, complejos sistemas computarizados.
Las madrugadas nos sorprendían a Ricardo y a mí, analizando, discutiendo,
filosofando sobre la extraordinaria energía que captábamos a millones de
años-luz. Necesito contarlo, dejarlo escrito, porque lo que me ocurrió
demuestra que el poder más asombroso que tiene el hombre es lograr gobernar su
mente, irónicamente con mi cerebro tan trabajado no lo pude hacer. He
comprobado que un linyera tiene más sabiduría y equilibrio para errar por este
mundo que mi propia persona.
Hace seis meses mi colega y amigo murió, la ciencia tan avanzada no pudo con su
enfermedad. En el momento de su muerte sentí el colapso de mi vida. El
dolor que experimenté fue tan terrible que trataba de enmascararlo, evaluando
de manera sistemática el poder de los virus, esas partículas que son un eslabón
entre los seres vivos y lo inorgánico y de cómo pudieron vencer un cerebro tan
evolucionado como el de Ricardo. Nosotros, hombres de la ciencia, estábamos
cerca de llegar a la comprobación de la Singularidad del Universo. Estos estudios nos
elevaban a una claridad de pensamiento que rozaba la religiosidad, sentíamos
que estábamos cerca del secreto de Dios. Luego, todo se derrumbó, fue nuestro
propio Bing- Crasch.
Pasaron los meses, el trabajo quedó estancado, ya no podía seguir solo. Comencé
a deambular por la ciudad. No sé por qué extraña razón evadía los lugares
mundanos y glamorosos para internarme en las zonas más oscuras, insondables,
miserables de la noche. Yo, que venía de un universo que brillaba desde el
origen del todo, me arrastraba en la oscuridad total, pero a la vez sentía el
impacto de algo nuevo, asombroso. Comencé a sentir el dolor y el placer de mi
carne, a experimentar la sensualidad de la obscenidad. Me rebelé contra mi
estilo de científico atildado y fui logrando cambios en mi aspecto antes de
vagabundear por la zona prostibularia de la ciudad, hasta conseguir una
verdadera metamorfosis. Mi mujer y mis hijos no notaron mi transformación, para
ellos yo seguía hasta el amanecer con el rito de la investigación. Y, a
mi manera, estaba descubriendo no el origen del universo, sino lo que pasa en
la vida subterránea de nuestra sociedad.
Llegaba a mi hogar con un agotamiento total. Me dolían las piernas por los
tacones altos, la cara me ardía de tanto fregarla para sacarme el maquillaje y
el sentido de culpa por la vejación sexual comenzó a ser reemplazada por el
placer. Perdí el temor al rechazo social y cada noche era un desafío, no quería
ni justificarme ni culparme. Era dueño de mi vida, de mi destino. A
veces, en soledad me preguntaba si no estaba en la búsqueda del desafío final,
la muerte. Conocí el cinismo, la mentira, la abyección. Cuando el cansancio me
vencía y un atisbo de angustia comenzaba a germinar, buscaba a mi nuevo amigo,
el linyera y juntos recostados sobre el puente, paliando el frío de la noche
con un té caliente al lado de una pequeña fogata, mirábamos las estrellas. Me
admiraba su sapiencia empírica respecto al cosmos. Pude saber de bellezas
y conocimientos que jamás hubiera sospechado. Pero estos momentos especiales
terminaron a los pocos meses, mi amigo decidió seguir por otros
caminos. No tengo
más deseos de escribir, vacié mi existencia.
Con
el tiempo Alberto desapareció, la búsqueda por parte de la familia fue
angustiosa. El mundo científico quedó conmocionado. Mientras esto ocurría, los
linyeras se reunían bajo el puente, como en congreso, para escuchar las
historias del vagabundo sobre la amistad y las constelaciones. La harapienta
comunidad lo llamaba “ El loco de las estrellas”
Un invierno muy crudo el vagabundo fue hallado muerto. Entre sus harapos sólo
tenía un cuaderno con extraños relatos sobre la muerte de un tal Ricardo,
datos del cosmos, apuntes sobres virus y una foto en la que se veían a
dos científicos de espaldas mirando una gigantografía en la que se destacaban
estrellas muy brillantes. Curiosamente,
algunas constelaciones parecían figuras de ángeles mutilados.***
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