Lin Yutang, la importancia de vivir (Relatos y reflexiones)
CulturaPor: Guillermo López Acevedo
“…hemos visto la herencia mortal del hombre, el papel que comparte con el mundo animal y sus consecuencias sobre el carácter de la civilización humana. Pero todavía vemos que el cuadro no es completo. Falta algo aún para llegar a un concepto completo de la naturaleza humana y la dignidad humana. ¡Ah, dignidad humana…ésa es la palabra!” Lin Yutang, La importancia de vivir.
“Este es un testimonio personal, un testimonio de mi propia experiencia de pensar y de vivir. No lleva la intención de ser objetivo ni tiene pretensión de establecer verdades eternas. En verdad, desprecio casi las pretensiones de objetividad en filosofía; lo que vale es el punto de vista. Me hubiera gustado llamarle "Una filosofía lírica", empleando la palabra "lírica” en el sentido de perspectiva sumamente personal e individual. Pero sería ése un nombre demasiado hermoso y debo renunciar a él, por temor a apuntar demasiado alto y llevar al lector a esperar demasiado, y porque el principal ingrediente de mi pensamiento es la prosa llana, un nivel más fácil de mantener porque es más natural” (La importancia de vivir, Traducción de Román A. Jiménez Editorial Sudamericana Buenos Aires 6ª Edición, Julio 1943). Con estas sencillas palabras, Lin Yutang nos ofrece el abrebocas de la que es en mi concepto, una de las obras más bellas y mejor logradas en la historia de la literatura mundial, tanto por su concepción, como por su expresión poética y la simpleza con que aborda cada uno de los aspectos de la vida, reflejo de ese espíritu chino de la Holganza, que ha bebido en las fuentes milenarias del budismo, el confucionismo y el taoísmo, pero igualmente como narrador moderno, nos transporta por el camino empolvado, a la montaña añorada, al instante cotidiano, de una manera sencilla y jocosa, como crítica, para susurrarnos al oído el secreto de la felicidad, y para conversar sobre la vida, y de paso, sobre la existencia de una cultura que ha sido vista por occidente más como misteriosa y temida, que admirada y respetable: una civilización que lleva mucho tiempo cavilando.
Hoy más que nunca, en la presente coyuntura histórica, resulta de una importancia capital, conocer esta colectividad milenaria, que le ha aportado a la humanidad innumerables inventos y descubrimientos, al punto que, Europa no sería hoy lo que es, de no haber tenido contacto e influencia con ellos, por quienes conocieron la pólvora y la brújula –entre otras cosas-, elementos que le dieron un rumbo totalmente distinto a los viajes y a la guerra, como a la conquista del mundo.
Lin Yutang curiosamente tuvo una formación cristiana, gracias a que su padre se convirtiera en presbítero e introdujera la doctrina católica entre los chinos. A pedido de él, se le encomendó continuar con las liturgias, a lo que Lin contestó señalando, que antes de hacerlo, iría a conocer la cultura en la que esta religiosidad se desenvolvía, y de acuerdo a ello tomaría una decisión. Luego de obtener una beca en Harvard, desistió para emprender viaje a Francia y posteriormente a Alemania, donde se doctoró en la universidad de Lepzig. En 1923 obtuvo la cátedra de literatura inglesa en la universidad de Pekin y en 1928 volvió a Estados Unidos donde promovió la literatura china, con el ánimo de establecer un puente entre oriente y occidente. Se sabe que estuvo de paso en Colombia a mediados de 1960. Fue varias veces nominado al premio nobel de literatura y escribió varias obras hoy esparcidas por el mundo, por las que recibió reconocimiento internacional, como son algunas: Mi país y mi gente (1935) y La importancia de vivir (1937), Entre las lágrimas y la risa (1943), La teoría china del arte (1967), Momento en Pekín (1939) y La puerta bermellón (1953), Diccionario de chino moderno y Una hoja seca al viento (1973) .
La importancia de vivir, es en un sentido muy profundo –y después de su periplo por el mundo occidental-, un reconocimiento y una reconciliación con sus raíces chinas, una vuelta a su hogar, a su historia y a esa riqueza espiritual milenaria que nos ofrece en cada página, como si nos estuviese sirviendo su más preciado té. Se huele el perfume de la tierra, de las flores, nos lleva por valles y montañas, nos pone a soñar en noches de estío acompañados de vino de arroz, pero igualmente nos deleita con la poesía natural de sus ancestros, y siempre lleno de humor y sabiduría. Nos hace saber que aquella Antigua china, desdeñó los tratados y los escritos extensos, que sus plumas nunca levantaron demasiado vuelo, porque a diferencia de nosotros, nunca se distanciaron de la vida, siempre prefirieron perseguir la esencia de un perfume primaveral, que una disertación sobre el valor de los sentidos, un poema, que la especulación filosófica, y lo razonable antes que la lógica. Así, nos deleita Lin Yutang, con lo que él considera parte del espíritu chino de la Holganza, o la vida contemplativa de quien ha logrado desapegarse de las cosas innecesarias para detenerse y exclamar: “es un día caluroso de junio, cuando el sol pende quieto del cielo y no hay un hálito de viento o de aire, ni una traza de nubes; el patio y el jardín son como hornos, y ni un pájaro osa volar. El sudor corre por todo mi cuerpo en arroyitos. Ante mí está la comida del medio día, pero no la puedo tomar, por el calor. Pido una estera para estirarla en el suelo y tenderme, pero la estera está empapada de humedad y las moscas vuelan como en un enjambre y se me posan en la nariz y no quieren irse. En este momento cuando me siento tan completamente desventurado, hay un trueno repentino, y grandes masas de nubes tapan el cielo y se acercan majestuosamente como un gran ejército que avanza a la batalla. Comienza a caer el agua de la lluvia como catarata de los aleros. Cesa el sudor. Desaparece la pegajosidad del suelo. Todas las moscas se marchan para esconderse, y puedo comer mi arroz. ¡Ah!, ¿No es eso felicidad? Este aparte pertenece a la compilación llamada “Los treinta y tres momentos felices de Chin”, título que acompaña otros tantos con sugestiva naturalidad como: “De flores y mujeres”, “De tenderse en la cama”, “ De ser mortales”, “De la conversación”, “El celibato, rareza de la civilización”, “De ser díscolo e incalculable”, “De ser humano”, “De la juguetona curiosidad: La elevación de la civilización humana”, “del sentido del humor” “El goce del hogar”, “de ponerse biológico”, “El goce de la vida”, “El goce de la cultura”, “El buen gusto en el conocimiento”, “El arte de leer y escribir”, “¿Por qué soy pagano?”, “El arte de pensar”, “De ser razonable”; o como sencillamente dice refiriéndose al goce de fumar, cuando señala que es más grave el daño que le hace el no fumador al fumador, que el fumador al no fumador, por cuanto el que fuma hace daño físico al que no fuma, en tanto este último le hace un daño psicológico, bajo una pretensión moral de superioridad, sin tener en cuenta que quien fuma -para este singular chino-, pasa mayor tiempo con la boca ocupada y en consecuencia, dice menos estupideces.
Una de las curiosas ideas que nos transmite Lin Yutang, hace referencia –gracias a su fina observación-, acerca del carácter y el temperamento de algunas culturas, sobre las que define su comportamiento de acuerdo a la prioridad que le dan en cada país a, 1) “R”= sentido de realidad (o realismo) 2) “I”= por sueños o idealismo. 3) “H”= por el sentido del humor y 4) “S”= sensibilidad. De esta manera sugirió de acuerdo a una escala numérica de 1 a 4 según su intensidad, cada aspecto, de tal manera que acorde a estos parámetros concluyó algo así: R3I2H2S1 = ingleses. R2I3H3S3 = franceses. R3I3H2S2 = norteamericanos. R3I4H1S2 = alemanes. R2I4H1S1 = rusos, y los chinos = R4I1H3S2. ¿Cuál podría ser acaso, nuestra escala criolla? Lin Yutang considera que esta medida resulta mucho más interesante y aproximada a la realidad, que los test de inteligencia.
Como muchos otros pensadores europeos a inicios del siglo XX, Lin Yutang señala la escalada del pensamiento cintífico-racional, como necesario, pero igualmente cojo. Aboga por un pensamiento razonable, o la necesidad del pensamiento humanizado, toda vez que considera que pensar es un arte y no una ciencia, al tiempo que señala el pensamiento occidental como excesivamente especializado y frio, y por tanto inhumano, mientras en China se preocupan más por los aspectos del vivir. Así pues, remite este contraste de estudios entre oriente y occidente, a la oposición entre la lógica y el sentido común, dice: “La lógica, privada del sentido común se hace inhumana, y el sentido común, privado de la lógica, es incapaz de penetrar los misterios de la naturaleza”, así señala igualmente la crisis de la educación en su masificación, como en la idea de privilegiar el conocimiento y al erudito por encima del pensar y de quien aprende a discernir. Recuerdo que en los inicios de la década de los noventa, cuando se había declarado la guerra abierta contra el narcotráfico, el alcalde de Washington al ver los fracasos de nuestro gobierno para atrapar al reconocido capo Pablo Escobar, había propuesto en el senado de los Estados Unidos bombardear Medellín, como quien fumiga para erradicar un cultivo, pero en su empeño contamina fuentes de agua, acaba con fauna y flora y genera mutaciones en la población, porque el fin justifica los medios, beneficia el negocio y se cumple con el propósito previsto. ¿Es esto razonable, le apunta a la lógica, pero también al sentido común?
Lo interesante de esta perspectiva humana que exalta Lin Yutang sobre la China anterior a la Revolución de 1949 en cabeza de Mao Zedong, se convierte en un referente obligado de carácter reflexivo e histórico, para el mundo actual, pero igualmente para la misma China contemporánea, en lo que le concierne a su destino como nación y potencia mundial, si además tenemos en cuenta que ostenta la increíble cifra de mil trescientos noventa y tres millones de personas aproximadamente. Con una población de este tamaño no se puede ser menos que razonable, aspecto que hacia el final de su obra, de manera consecuente con su sentir y pensamiento, Lin Yutang señala sin dejar de lado su humor, que las naciones razonables viven en paz, y los maridos y esposas razonables viven con felicidad. De hecho, China es considerada el imperio más pacífico de la tierra y salvo por sus guerras intestinas como la invasión al Tibet de los budistas, no se compara con las propuestas bélicas de los europeos, ingleses y el pueblo norteamericano. Ojalá para las condiciones actuales, nuestros gobernantes sean lo suficientemente cuerdos como sosegados sus egos, para ver si al fin podremos vislumbrar como decía el autor de la importancia de vivir: “La Era Razonable, si alguna vez se produce, será la Edad de la Paz. Será la edad en que predomine el Espíritu de lo Razonable”.
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