ANA MARIA MANCEDA
EN La noche está allí, detrás de las ventanas. La nieve se refleja posada en las hierbas y cuelgan las estrellas de las ramas heladas de los árboles. Con solo estirar mi brazo, aún a través del límite de los vidrios podría tomarlas para adornar mis ojos. Si la valentía me sorprendiera abriría la puerta y recostada en la hierba nevada tomaría un baño de luz sonriendo a la noche con mis ojos adornados de estrellas que cuelgan de las ramas heladas de los árboles. Pero sigo mirando detrás de las ventanas. Mi aliento, llanto de recuerdos empaña los vidrios. Me rebelo. Rotos los vidrios estallan en la nieve, yo también, rota, estallada, yo también en la nieve, me rebelo. (En antología “ Navegantes en Crecí junto a ella, la abuela Rosario. La vida nos trajo hacia tierras húmedas rociadas, mojadas por gotas de plata. Quedaron tan lejos los cañaverales las zambas, los ritos, pequeños lagartos. Quedaron las tumbas, fantasmales gritos de guerras patrióticas, de indígenas sabios. Quedaban...quedaban...todas las raíces el trópico, la selva, los cerros perfumes lejanos. ¿Qué trajo con ella la abuela Rosario? Más que palabras evoco sus silencios trágicos silencios, silencios de ausencias y su mirada, tierra oscura de musgos, doliente, sorprendida de ver horizontes. Su olor a naranjos y su caramelo de menta y el cigarrillo de chala que fumaba por semana. Sus velas, sus santos, su fe inquebrantable. En la gran cocina de la casa platense ella esculpía, pintaba con sus manos mágicas el aroma lujurioso, el sabor profundo, misterioso de las antiguas, exquisitas comidas del Noroeste; tamales, tortillas, locros, empanadas ají molido, cebolla de verdeo, ternura y una niña quieta que heredó nostalgias mirando asombrada, como se amasaba con las manos mágicas, repletas de historia un destino errante. Imágenes, largos cabellos canosos, peinetones Imágenes, arrugas morenas y el tiempo abuela Rosario. Está por nevar y no entiendo al viento, a tu ausencia, ni a iconos olvidados de la infancia. ¿COMPLICIDAD? Fue un año duro Viajé desde la nieve a la infancia. Muy fatigada ¡Tantos otoños dorados me pasaron! Y tú estabas ahí en una casa que nunca habité como si al mudarte me arrancaras para siempre de tu vida. Tu mirada era dura, te estabas muriendo y tu mirada era dura ¿Cuál era el reproche? No pensabas que viajaba cientos de kilómetro atravesando soledades soledades y abismos. Llegó el invierno, no nos despedimos. Todo quedó paralizado Regreso vacía, huérfana, estéril. Me refugio en mi hogar de la nieve Planea la primavera se atrasó la floración en el jardín y la ladera de los montes. ¿Complicidad? Debe existir algo mágico llegas tú, joven eternidad la naturaleza estalla en mi jardín casa de nieve y en las laderas de los montes. Todo está florecido QUEDÓ INVISIBLE EN EL AIRE. Eran los gorriones, los tilos y los azahares de los naranjos pisoteados en las veredas. Aljibe de olores. Y tu juventud, y la mía y la de nosotros. Era el brillo del crepúsculo de la luna llena, explosiva instigando a las hormonas, provocando a las arenas de la playa a reflejar su luz ya reflejada, y se burlaban los cabellos brillando más, y los dientes nacarados, impúdicos, se mostraban descarados con las risas, cuando el agua leona del río era un ancho desierto plateado. Eran los asados en los elásticos de las camas turcas, los brindis, y nosotros saltando en el aire con nuestras ilusiones acariciando el cerebro. Nuestras miradas titilando por un poco de humo en los ojos, un compañero había llegado al principio del camino, tenía un haz de arco iris en sus manos. Era tu juventud, y la mía y la de nosotros, chorros de vientos ocupando cada intersticio de la vida, de esa ciudad, de esa época, de esa generación. La sombra del hombre quebró la luz, no pudo quebrar esas hebras de tiempo. Aún, entre las tinieblas de los años, diviso el pasado. Es la vida, la vida suspendida en el cosmos, la piel de mis dedos quieren acariciarla, no puedo sí mis otros sentidos, que deshilachan, navegan el tiempo. Así, quedó transparente, invisible en el aire, tu juventud, la mía y la de nosotros, cuando el agua leona del río era un ancho desierto plateado. (En Antologías y “ Diario de los poetas” Marzo 2010) SOY TRANSPARENTE. Soy transparente no porque sea bella etérea, luminiscente, soy transparente porque soy mamá de un hijo adolescente. El vaga por la casa repartiendo de forma dadivosa calzones, medias, zapatillas. soberbia juventud sonámbula no me ve, no me oye pasa a mi lado de figura de fantasma dejándome la estela del perfume a esperanza. y se prende, mi amor en ese aroma. Yo sé que estoy sembrando semillas que germinarán cuando él sea padre, mientras tanto desde mi transparencia armo todo los días este hogar de plantas perros y gatos. Soy transparente tengo un hijo adolescente pero sé que en la historia de mi vida esto es solo un rato. MENCIÓN DE HONOR Y ANTOLOGADO PARA “JUNIN PAÍS” 2003.B. AIRES,ARGENTINA. (C) ANA MARÍA MANCEDA *ABANICOS DEL OLVIDO* Noche y las sombras de las hojas de los árboles nocturnos. Abanicos fantasmas refrescando amores en las puertas de los zaguanes. El aire del trópico, la música caribeña de la radio se expande en los recuerdos. Día, feria, olores de verduras y frutas. La humedad y el calor se adhieren a la eterna piel de la juventud que iluminará todas las primavera por venir. Risas. Puerto y tango. Melancolía. Sonido vibrante. Amores, locos amores. Crepúsculo ¿Ocaso? Qué importa! La noche me espera con las sombras de las hojas de los árboles nocturnos. Fantasmas. Hay un zaguán largo, muy largo, se oyen suspiros y un suave aliento. Y cientos de abanicos deslumbrados, olvidando amores. (C) ANA MARÍA MANCEDA
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